“ Una buena taza de su negro licor, bien preparado, contiene tantos problemas y tantos poemas como una botella de tinta”.
-Rubén Darío.
“Santos continuó saboreando, sorbo a sorbo, el café tinto y oloroso, placer predilecto del llanero, y, mientras tanto, saboreó también una olvidada emoción”.
Rómulo Gallegos que durante toda su monumental novela “Doña Bárbara” resalta la destreza ecuestre de Santos Luzardo, lo deja, pese a su hidalguía, hechizado y reducido a servidumbre frente a los efectos sensuales de una taza de café.
La diáspora venezolana, salpicada por el mundo como manchas de sangre de un crimen: gotitas amorosas sin patrones de distribución más allá de la esperanza de empezar una nueva vida, construyendo un bisoño corazón en ese pecho que dejó al original entre sabanas, playas, cerros, selvas y tepuyes.
Gallegos anticipa en su relato una práctica que realizan los compatriotas de María Lionza que transitan su vida fuera de la pequeña Venecia: el ejercicio de la memoria a través del cotidiano café que les desagua el guarapo y les hace presente olvidadas emociones.
Los venezolanos, sensitivos por naturaleza, mis queridas Norah y María Beatriz, caen en una placentera y sonriente genuflexión frente a la infusión que, como al ser amado, la llaman de mil maneras coloquiales debido a que su cercanía litúrgica le da una entidad cuasi divina: cortado, guayoyo, tetero, con leche, marrón, marrón claro, marrón oscuro, guarapo, envenenado o carajillo, cerrero, negro, negro corto o negrito y espresso.
Entrampados por todos los flancos, desde el legendario Caroní al Chacao. Desde la cordillera de Mérida, pasando por Táchira, Apure, Trujillo, Barinas y Zulia, no tienen escapatoria al paraíso artificial que destilan los cafetales.
Como todo esto se trata de café les propongo a ustedes y a todos los lectores de la Revista Todo lo Chic, una serie de reseñas de periodicidad quincenal sobre cinco libros que destilan moca por todos sus poros. Uno por cada una de sus especies de existentes:
1- Coffea libérica: “Los siete aromas del mundo” de Alfred Bosch.
2- Coffea canephora (Robusta): “ El ladrón de café” de Tom Hillenbrand
3- Coffea arábica: “ El primer café de la mañana” de Diego Galdino.
4– Coffea eugenoides: “ La pirámide del café” de Nicola Lecca.
5- Coffea anthonyi: “ Catálogo de los aromas del café”. Anthony Capella.
Serán unas reseñas muy especiales para mí, ya que en ellas no solo expresaré mi opinión sobre las obras literarias nombradas sino que también incluiré pensamientos y sentimientos sobre Venezuela, país que me adoptó como hijo propio a través de la amistad de muchos hijos de Nuestra Señora de Coromoto.
Por: Leandro Javier Lescano Bourgeois