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Nacida en 1890 hace 125 años, Agatha Christie contaba entre sus méritos con el galardón de Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico.
Christie tuvo muy mala suerte editorial en sus primeros años como autora, pues fueron varias las empresas que se negaron a publicar sus libros. Finalmente, el escritor Eden Philpotts –amigo de la familia–, la alentó a continuar con su afición por las letras y envió una de sus creación a su propio agente literario, que sugirió que preparara una segunda novela pues la que había recibido no le convencía.
Más tarde, su éxito la convirtió en uno de los clásicos de la novela policíaca. Sus personajes podían morir por todo tipo de causas: disparos, puñaladas, ahorcamientos… o veneno. Los tóxicos siempre fueron su método de matar favorito, unas sustancias que conocía a la perfección. Los expertos, como Kathryn Harkup –química y autora del libro ‘A, de arsénico: los venenos de Agatha Christie’– aseguran que la escritora tenía un dominio pleno de ellos. Al parecer, su experiencia con tóxicos la adquirió durante la Primera Guerra Mundial, periodo en el cual trabajó como enfermera en un hospital de su ciudad.