En el París optimista de la Belle Époque, cuando la Gran Guerra no era más que una amenaza lejana, los salones de la ciudad de las luces se abarrotaban de burgueses y de artistas, se preparaba la exposición universal de 1900, y los forasteros ricos de América y Europa visitaban el centro de atracción mundial, la capital del mundo. Fue en este momento cuando comenzaron a abrirse camino las revistas como género de espectáculo nocturno, la importada fórmula del music-hall.
En París, el más famoso cabaret se llamó Folies Bergère y su éxito prodigó la aparición de otros seis music-halls en la capital francesa. Además del Folies Bergère, aparecieron el Moulin Rouge, el Casino de París, el Alcazar dÉté, el Olympia y el Ambassadeurs.
Estos espectáculos no solo consistían en un escenario donde se exhibía arte y danza, sino que reunían a numeroso público en busca de contactos sociales y galanteos.
En este ambiente nocturno, era normal que las vedettes destacadas se hicieran famosas, no solo por sus números y actuaciones, sino por convertirse en cortesanas de lujo. Las demi-mondaine eran las bailarinas que se dejaban proteger por ricos caballeros. Estas artistas y putas de alta alcurnia seducían a reyes, príncipes, políticos y multimillonarios y disfrutaban de la vida loca rodeadas de máximo lujo.
Desde el escenario del Folies, destacó un trío de reinas que estaba en boca de los círculos de élite parisinos. Este bello trío ganador estaba compuesto por las vedettes Liane de Pougy, Carolina Otero, más conocida como La Bella Otero, y Emilienne d’Alençon, que sería amante de Liane de Pougy de forma intermitente.
La historia de Liane de Pugy es la más desconcertante y sin duda, digna de una película.
Cuando Anne Marie Chassaigne, que así se llamaba Liane, se trasladó a París, abandonando un escabroso matrimonio roto y la estricta vida provinciana que le ofrecía su familia, fue contratada en el Folies Bergère para presentar un número de prestidigitación. Pero su belleza y su temperamento hicieron que la dieran el papel principal de otro número especial con el que debutó. El número se llamaba “la araña de oro” y el cartel anunciador fue realizado por el artista Paul Berthon. En este cartel ya se podían contemplar influencias del art nouveau.
Su primer amante fue el vizconde de Pougy, de donde saco su “nom de guerre”. Pensó en dedicarse al espectáculo, para lo que tomó alguna lección de una de las grandes de entonces: Sarah Bernhardt. Ésta le dio un consejo para triunfar: “Sal a los escenarios y exhibe la belleza de tu cuerpo. Pero no abras la boca”.
Su mentora en la alta sociedad y en la noche será la condesa Valtesse de la Bigne, cortesana del Segundo Imperio y que además de haber sido una de las últimas amantes de Napoleón III, fue musa inspiradora de Émile Zola para su obra Nana. La condesa le enseñaría muchas prácticas del oficio en su monumental cama de bronce barnizado y al igual que la Bernhardt le dio sabios consejos: “Una buena puta debe dedicarse a contar las moscas del techo mientras finge disfrutar. Una ganadora debe aburrirse debajo de su cliente“.
En la cúspide de su carrera artística como bailarina del Folies Bergère decide escribir algunas novelas que se convertirán en grandes éxitos de venta para la época y en las cuales mostraba abiertamente sus inclinaciones bisexuales, entreteniendo así al público y cultivando a la vez su ya incipiente leyenda.
En este tiempo en el que París se rendía a sus pies, conoció a la caprichosa y liberal multimillonaria estadounidense Natalie Clifford Barney, alias Fossey, Harmonie, Amazone, de la que se enamoró. El idilio duró poco más de un año, pero marcó fuertemente a Liane que lo dejó fielmente plasmado en su obra Idilio sáfico. Esta relación escandalizó a la alta sociedad parisina. La pareja no se recataba en mostrar su afecto en público y aunque aquella sociedad era bastante liberal y permisiva, no estaba preparada para estas relaciones tan abiertamente efusivas.
Convertida en sacerdotisa del placer, sus amantes de uno y otro género se sucedieron a ritmo vertiginoso, en una vida consagrada por igual a la intelectualidad y al erotismo. El entonces príncipe de Gales fue otro de sus amantes. Coleccionó protectores, entre ellos el rey de Portugal, autores de moda, William Vanderbilt, Leopoldo II de Bélgica, lord Carnavon, Henri Bernstein e innumerables condes, duques y príncipes de las familias reales europeas.
Sus cuadernos de memorias son conocidos como los Cahiers Bleus que, a modo de diario privado, recogen su vida entre 1919 y 1941. En ellos narra todas las incidencias de la cotidiana rutina que había elegido para su vida, una vida de lujos plagada de importantes amantes. En estas memorias también recordará con nostalgia “los deditos ágiles” de Natalie Barney.
Posteriormente, en 1920, contraería matrimonio con un príncipe rumano. El príncipe Georges Ghika fue desheredado por su familia, al enterarse de su enlace con Liane, pero ella se acabó convirtiendo en princesa.
Se cuenta que hizo una confesión la víspera de su matrimonio y que le dijo al párroco: “Soy Liane de Pougy. Mañana me caso por la iglesia. He aquí mi confesión: menos robar y matar, de todo”.
Su matrimonio pasó por diferentes etapas, e incluso estuvo a punto de volver a prevalecer el instinto lésbico de Liane, aquel que había inundado gran parte de su juventud con su amada, y después odiada, Nathalie Barney.
Al morir el príncipe Ghika en 1943, Liane se retiró y se hizo monja de la Orden Terciaria Dominicana. Murió en Suiza el 26 de diciembre de 1950 bajo el nombre religioso que había adoptado: Marie-Madeleine de la Pénitence.