Cuando murió su esposo en 1881, Dominga de Goni Atherton heredó una jugosa fortuna. Pero la soledad la motivó a dejar atrás los suburbios para construir en el centro de San Francisco lo que sería la Mansión Atherton.
Ahí, la viuda vivió junto con su hijo George, y Gertrude, la esposa de éste. Supuestamente, durante años George fue atormentado por su madre y esposa, pero años después obtuvo su revancha.
El hombre, cansado de las constantes críticas de las dos mujeres, se mudó a Chile, donde enfermó de gravedad. Al morir, su cuerpo fue devuelto a Atherton, en un barril. Pero George jamás descansó en paz. Según algunos, regresó de la muerte para atormentar a su madre y esposa en las noches. Y todavía, hoy, dicen que sigue asustando a los huéspedes