Más conocida por su narrativa, Agatha Christie adaptó también para el teatro algunas de sus más conocidas novelas policiacas.
A nadie sorprende reconocer en Agatha Mary Clarissa Miller Christie (1890-1976) a la “reina del crimen”, por su cuantiosa producción literaria dedicada casi en su totalidad al género policiaco. Es la escritora de novelas policiacas que más ha vendido a lo largo de la historia y que cuenta como mérito indiscutible el hecho de haber atraído a un ingente público lector. Sin embargo, es mucho menos conocida en nuestro país la producción teatral de Agatha Christie, si bien en los últimos años se han llevado a escena varios de los policiacos de Agatha Christie por compañías profesionales, con un éxito más que aceptable.
El teatro policiaco de Agatha Christie ha sido poco editado en castellano y, salvo excepciones, no ha tenido demasiada repercusión entre los aficionados al género policiaco.
En realidad, casi ninguna de las piezas teatrales de Agatha Christie es original, pues se trata, en su mayor parte, de refundiciones de textos narrativos en obras de teatro. No por ello dejan de llamar nuestra atención, pues en varias ocasiones resulta mejor la adaptación que su modelo, como así sucede en La ratonera, basada en el relato Tres ratones ciegos, que alcanzó como obra teatral el inimaginable éxito de continuar representándose ininterrumpidamente desde su estreno en 1952.
Hay que tener en cuenta, por otro lado, que en los años cuarenta empiezan a conocerse en España de forma masiva las novelas de Agatha Christie, junto con otras muchas representantes de la novela-enigma, por lo que los estrenos teatrales policiacos de Agatha Christie una década después ya venían, en cierto modo, avalados por su enorme éxito como novelista.
Anunciada en el programa como “el mayor éxito del teatro policiaco” (London, 1997, 60).
La trama de La ratonera es genuina del estilo de Agatha Christie: una joven pareja ha heredado una mansión de estilo victoriano y la ponen en alquiler como casa de reposo. En una fría noche de invierno, van llegando los inquietantes inquilinos que van a pasar el fin de semana: un joven excéntrico, una dama anciana de mal temperamento, un misterioso extranjero y un militar retirado. Poco después, un joven sargento de la policía consigue llegar a través de la nieve para advertirles de que un peligro les acecha, pues alguno de ellos puede tener relación con un crimen cometido hace algunos años.
A pesar de la presencia del policía, la anciana es asesinada y, tras advertir que han quedado completamente incomunicados a causa de la nieve y con las líneas telefónicas cortadas, todos temen que el asesino vuelva a actuar. La casa se convierte en una ratonera. Las sospechas y recelos entre unos y otros se van sucediendo. El joven policía propone reconstruir el crimen, pero es una trampa para quedarse a solas con la joven propietaria para asesinarla. No obstante, el militar, que es en realidad un verdadero policía, consigue capturar al asesino a tiempo.
La ratonera es la clásica pieza policíaca en la que no se sabe quién es el asesino hasta el final de la obra, de modo que el espectador puede sospechar de cada uno de los personajes, pues todos tienen motivos y ocasión para cometer el crimen. La ambientación de mansión victoriana, en una noche de nieve, incomunicados totalmente con el mundo exterior, es muy habitual en el género policíaco, que gusta de estos espacios cerrados, en los que sólo los personajes que se ven en escena pueden resultar los culpables. Una turbia historia que atañe a la muerte de un niño por negligencia de los adultos es el móvil del asesino, que ya se ha cobrado anteriormente otra víctima, como se informa al espectador y al resto de los personajes.
Como es usual en el género policíaco, una sorpresa final se reserva a los espectadores: el sargento de policía, que aparentemente había acudido para ofrecer protección, es el asesino.