Hija del condottiero Sforza Maidalchini y la noble Vittoria Gualterio, Olimpia parecía destinada a seguir el mismo camino que buena parte de las mujeres de su tiempo.
Pamphili no poseía una gran riqueza, pero gozaba de algo casi más importante a ojos de la joven Olimpia: influencia. No en vano, su marido era hermano del entonces cardenal Giovanni Battista Pamphili, quien años más tarde ocuparía el trono de San Pedro con el nombre de Inocencio X.
Tanto es así, que durante aquellos años ninguna reunión o audiencia con el pontífice tenía lugar sin la aprobación ni la supervisión de Olimpia.
Sus ansias de poder y enriquecimiento personal eran bien conocidas por el pueblo, que la apodaba La Pampiccia –en alusión a un célebre personaje de comedia– o La Papisa, pues resultaba evidente que en muchas cuestiones, en especial las de índole económica, era ella quien gobernaba realmente en el seno de la Iglesia.
Pero su poder no se limitaba tan sólo a cuestiones económicas y de relaciones con la curia pontificia, sino que abarcaba también el terreno de las artes. Así, parece ser que el mismísimo Bernini tuvo que negociar con ella para conseguir el encargo de una de sus obras más célebres, la fuente de los Cuatro Ríos, en la Piazza Navona de Roma.
La influencia de La Papisa comenzó a decaer a partir de 1652, Cuando murió su cuñado el Papa, la señora de Roma cerró las habitaciones privadas del pontífice para hacerse con todo el oro que Inocencio X ocultaba en sus dependencias. Busto de Olimpia Maidalchini realizado por Alessandro Algardi Museo del Hermitage, San Petersburgo.