¡Que doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Si es doloroso saber,
que va marchando la vida
como una mujer querida,
que jamás ha de volver.
Si es doloroso ignorar,
donde vamos a morir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Triste es ver que la mirada,
hacia el sol levanta el ciego;
y el sol envuelve en su fuego
y el ciego no siente nada.
Ver su mirada tranquila,
a la luz indiferente
y saber que eternamente,
la noche va en su pupila
bajo el dosel de su frente.
Pero si es triste mirar
y la luz no percibir;
¡ más doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Conocer que caminamos,
bajo la fuerza del sino;
recorrer nuestro camino
y no saber donde vamos.
Ser un triste peregrino,
de la vida en los senderos,
no podemos detener,
por ir siempre prisioneros,
del amor o del deber.
Más si es triste caminar
y no poder descansar
mas que al tiempo de morir;
¡más doloroso es amar…
y no poderlo decir!
Vivir como yo soñando,
con cosas que nunca vi;
y seguir, seguir andando,
sin saber por qué motivo
ni hasta cuando.
Tener fantasía y vuelo,
que pongan al cielo escalas
y ver, que nos faltan alas
que nos remonten al cielo.
Más si es triste no gozar,
lo que podemos soñar;
no hay más amargo dolor,
que ver el alma morir,
prisionera de un amor
y no poderlo decir.
Leonor nace un 19 de noviembre de 1122, fruto de la unión entre Guillermo X, duque de Aquitania, y Leonor de Chatellerault.
Su padre la instruye como a un niño, no como a una niña, enseñándole a leer y escribir, a dominar el latín, la práctica militar e incluso la caza. De este modo, Leonor crece como una niña singular, para convertirse en una mujer que quedará en la historia para siempre.
Reina de Francia y de Inglaterra.
Luis VII de Francia, su primer marido, llegando a su separación.
Leonor de Aquitania es una mujer, libre con un extraordinario patrimonio, pero en la sociedad en la que vive es mucho mejor tener un hombre al lado.
En la primavera del año 1152 se casa con Enrique II de Plantagenet.
En una época donde la esperanza de vida es de alrededor de 40 años, Leonor vive 82 sobreviviendo a todos sus hijos.
Ya cansada se retira a la abadia de Fontevraud, donde fallece el 2 de abril de 1204. Allí es enterrada, acompañando a Enrique II y a su querido hijo Ricardo Corazón de León.