Esta aristócrata inglesa, es una mujer delgada y elegante con suavidad de movimientos como experta modelo que fué, y que se toma muy a pecho su trabajo de Embajadora de las Aldeas SOS.
Su primera experiencia con esta organización fue durante la inauguración de la primera Aldea SOS en la Polinesia Francesa. El concepto le impresionó mucho y siguió de cerca a la institución, por lo que en el año 2000 fue nombrada como la primera Embajadora Internacional de las Aldeas.
Este cargo implica viajar extensivamente por el mundo visitando los hogares de SOS. En diciembre pasado la gira incluyó México, El Salvador y Panamá. La historia personal de Salimah Aga Khan puede compararse con un cuento de hadas. Sus padres eran personas con una mentalidad muy abierta y que siempre la instaron a «ver a su alrededor». Esto la llevó a convertirse en una persona con una agenda social intensa.
Los tres hijos de Salimah Aga Khan, Zahra, Rahim y Hussein, todos adultos ya, han sido igualmente expuestos al concepto de justicia social y Salimah opina que el deseo de ayudar es algo que llevan en sus genes. La princesa comulga cien por ciento con el concepto de las Aldeas SOS pues, a través de sus visitas, ha podido comprobar el cambio drástico en los niños que allí residen.
Su rol de Embajadora le ofrece la oportunidad de hacer algo que verdaderamente le gusta, pero reconoce que son las personas que trabajan en las aldeas las que se merecen todas las alabanzas.
La Princesa reconoce que su labor como embajadora es sumamente útil para la organización de las Aldeas. Sin embargo, manifiesta que se siente más cómoda con el lado privado de la caridad. Tiene que vivir con esa dualidad, pero su fe en el proyecto va más allá de sus preferencias personales. Lo que sí es obvio es su fidelidad hacia los niños.
Salimah Aga Khan lleva años involucrada con el proyecto de las Aldeas SOS. En ese tiempo ha tenido la oportunidad de visitar algunas aldeas varias veces. Lo que más le impresiona es el cambio que tienen los niños gracias al programa. Ha visto niños tristes entrar a las Aldeas y, un año después, encuentrar niños sonrientes, «eso es lo que me motiva en mi trabajo como embajadora», concluye siempre en sus entrevista la , «la transformación positiva de los niños».
Es indiscutible que la Princesa es una convencida que un ambiente «familiar» estable y el acceso a igualdad de oportunidades, especialmente en lo que a educación se refiere, es una fórmula ganadora.