La Gran Manzana está de fiesta y nostros con ella, New York celebra un cumpleaños más de su mítica estatua.
Una historia llena de problemas económicos y con soluciones diversas (alianzas, donaciones, loterías); una estatua que viajó, guardada en 214 cajas, en barco desde París y lo más curioso, pudo haber sido levantada en otra ciudad (Boston, Cleveland, Filadelfia, San Francisco), pero que, gracias a la ayuda de Joseph Pulitzer, se quedó en Nueva York, representando el puro sentimiento estadounidense: la libertad.
Inicio de las decisiones: diseño y ubicación
La idea inicial de este obsequio data de 1866 y fue de Eduardo Laboulaye, jurista y político francés, que encargó el trabajo a un joven escultor, Frédéric Auguste Bartholdi, con una condición principal: el trabajo debía estar terminado en 1876, fecha del centenario de la independencia estadounidense; sin embargo, esto nunca fue posible y hubo que esperar hasta 1886, 10 años después, para ver la inauguración de la estatua.
Tuvieron que pasar 4 años para que el proyecto comenzara a tomar forma. Bartholdi inició el trabajo en 1870 y lo primero que hizo fue decidir su diseño y su lugar de implantación, para lo que viajó a EEUU, donde divisó el lugar en Nueva York: la Isla de Bedloe, actual Liberty Island (Isla de la Libertad).
Para entender mejor su elección, nada mejor que una cita del propio Bartholdi:
“El puerto de Nueva York es el lugar perfecto, porque es donde la gente obtiene su primer punto de vista del Nuevo Mundo.” Y refiriéndose a la ubicación exacta: “he encontrado un punto admirable es la isla de Bedloe, en el centro de la bahía… es por así decirlo, la puerta de entrada a Estados Unidos”
Con el lugar decidido, era momento de cerrar el diseño y captar fondos. Tras largas jornadas e inspirándose en un faro del canal de Suez, el diseño quedó definido: sería una estatua colosal de una mujer y se llamaría “La libertad ilumina el mundo”.
Construcción de la Estatua de la Libertad
El principal problema surgió con el dinero, éste no llegaba y el propio Bartholdi estuvo buscando parte de los fondos durante su viaje a EEUU, donde promovió con entusiasmo el boceto y un modelo que llevaba de la estatua tal y como aparecería en la isla. Se reunió con grandes personalidades estadounidenses de la época, incluido el presidente Ulysses S. Grant, y todos ellos parecían receptivos con la idea de la estatua, pero nadie estuvo dispuesto a ayudar con grandes cantidades de dinero.
Comienzo de los problemas económicos
De regreso a Francia, inmersa en plena Tercera República, Bartholdi estimó en 400.000 dólares la cantidad necesaria para construir la estatua. El dinero escaseaba y el trabajo se paraba con frecuencia por falta de fondos. Debido al enorme coste del proyecto, finalmente se decidió que el coste sería sufragado por Francia, y el pedestal sobre el que se asentase estaría financiado y construido por los americanos, aunque esto no fue tampoco la solución…
El dinero seguía sin llegar y para superar este problema se creó en 1874 la llamada Unión Franco-Americana, con el propósito de organizar la recaudación de fondos para la construcción del monumento. Para ello se utilizaron todos los medios de la época: artículos en la prensa, espectáculos, banquetes, impuestos y una lotería, que fue el medio de mayor éxito, ya que los premios fueron muy cuantiosos, incluidos dos obras del propio Bartholdi.
Solucionando problemas: Eiffel y Pullitzer
Con parte del problema económico solucionado, era momento de terminar la estatua, en concreto el diseño de su estructura interna. El elegido para esta tarea fue Gustave Eiffel, que todavía no había construido su famosa torre, pero si algunos puentes, lo que le habían otorgado cierta fama. Eiffel sería el encargado de crear una estructura interna que soportase la estatua y diseñar un esqueleto que permitiera que la piel de cobre se mantuviera verticalmente. Siguiendo los planos diseñados por Eiffel, la estructura interior se fabricó en hierro recubierto con cobre, y estaría anclada al pedestal por un enorme poste central, dado que el peso de la estatua sería de 225 toneladas.
En junio de 1884, tras 14 intensos años llenos de retrasos y problemas, la estatua se terminó. Bartholdi lo había erigido en un patio al lado de su estudio en París. El plan original era desmontarla en cuanto estuviese completada y enviarlo a los Estados Unidos, donde sería instalado encima de un pedestal en la Isla de Bedloe. Pero las obras del pedestal avanzaban muy lentas o, directamente, no avanzaban.
Construcción de la Estatua
Como había sucedido con la estatua, los problemas siguieron aumentando. En septiembre de 1884 las obras habían cesado por falta de fondos y todavía eran necesarios 100.000$ más para finalizarlo. Como el dinero no aparecía por ninguna parte Boston, Cleveland, Filadelfia, y San Francisco comenzaron a competir para traer la Estatua de Libertad a sus ciudades.
Fue entonces cuando emergió la figura de Joseph Pulitzer, director del periódico New York World, y uno de las personas más importantes de la época. Durante más de cinco meses, comenzando el 16 de marzo de 1885, Pulitzer pidió a sus lectores día tras día que enviaran lo que pudieran. Ningún lector era demasiado humilde, ninguna donación demasiado pequeña, cada persona que se contribuyera recibiría una mención en el periódico. Su llamada fue atendida y el 11 de agosto de 1885 se habían recaudado 120.000$. Finalmente la estatua viajaría a Nueva York.
Transporte, ensamblaje e inauguración
Para transportarla se hizo necesario desarmar la estatua. El desmantelamiento comenzó en enero de 1885. La estatua, fue enviada a Rouen en tren y bajó por el Río Sena en barco, antes de su llegada al puerto de Le Havre. El monumento llegó a Nueva York el 17 de junio de 1886, a bordo de una fragata francesa llamada “Iserese” y recibió una bienvenida triunfal. Para hacer posible la travesía del Atlántico, la estatua fue desmantelada en 350 piezas, divididas en 214 cajas, 36 de las cuales fueron reservadas para las tuercas, los remaches y los pernos necesarios para la ensambladura
Llama de la estatua de la libertad
Como curiosidad cabe destacar que el brazo derecho y su llama estaban ya presentes en suelo estadounidense, donde habían sido expuestos en la Exposición del Centenario de Filadelfia y luego en Nueva York. Con el monumento completo se reensambló en tan solo cuatro meses.
El 28 de octubre de 1886, la Estatua de la Libertad fue inaugurada en Nueva York por su creador, F.A. Bartholdi. El día fue declarado festivo y a pesar de la lluvia y la niebla, más de un millón de personas salieron a las calles de Nueva York para celebrarlo. El puerto de Nueva York estuvo repleto de barcos de todos los tamaños que no quisieron perderse el acontecimiento. Al acto asistieron dignatarios de ambos países. En representación de los Estados Unidos el presidente Grover Cleveland y su gabinete, así como el gobernador de Nueva York y su personal. Por parte de Francia, asistió su embajador, acompañado por el Comité Francés.
Fuente: 21wonders.es