Guerra civil venezolana, también conocida con el nombre de Guerra Larga, Revolución Federal o Guerra de los Cinco Años, utilizada esta última denominación por aquellos historiadores que sitúan el comienzo de la guerra con los primeros alzamientos ocurridos contra el recién instaurado gobierno de Julián Castro (mayo-julio 1858). Después de la Guerra de Independencia, es considerada como la contienda bélica más larga y sangrienta que haya asolado al territorio nacional, así como la prolongación de los problemas políticos y sociales presentes en nuestra gesta emancipadora, dejados sin resolver una vez lograda definitivamente la emancipación de España con la victorias de 1821 y 1823 y la separación de la Gran Colombia bolivariana en 1830. En términos generales, en la Guerra Federal se enfrentaron dos bandos políticos que venían luchando por el poder desde 1846: Conservadores y Liberales.
Antecedentes:
La Venezuela que surge en 1830 con la separación de la Gran Colombia, era una sociedad que buscaba mantener los privilegios de las élites dominantes durante el tiempo de la Colonia. En otras palabras, lo que se pretendía consolidar era un consenso político fundamentando en el establecimiento de un sistema oligárquico de gobierno, el cual incorporase a su seno tanto a los remanentes del mantuanaje criollo como a los nuevos grupos surgidos de la Guerra de Independencia, cuyos privilegios sociales se veían confirmados por las tierras que habían recibido como resultado del traspaso a nuevas manos del latifundio colonial. Por otra parte, a los intereses de la clase latifundista había que añadir los de una burguesía comercial que se había fortalecido por las oportunidades de abastecimiento que ofrecían 3 lustros de campañas militares. En síntesis, para 1830 el panorama político venezolano consistía en un campamento armado de ex combatientes de la Independencia, recompensados muchos de ellos con la adjudicación de tierras; pero que veían bloqueadas sus aspiraciones de conducir los destinos de la República, debido a la centralización del poder legitimada por la Constitución de 1830, bajo el poder de José Antonio Páez y su base de poder: la burguesía comerciante caraqueña, núcleo dominante del Partido Conservador.
Ante la obstrucción de su acceso al poder, los militares-hacendados comenzaron a dirigir entre 1830-1831 rebeliones en el oriente del país que buscaban restablecer sus privilegios, además de expresar un regionalismo político que tenía sus orígenes en la Colonia y que se había fortalecido durante los primeros años de la guerra emancipadora. En términos generales, los rebeldes abogaban por un gobierno federalista que protegiera sus dominios regionales. Por otra parte, este mismo argumento fue esgrimido posteriormente por los líderes de la Revolución de las Reformas de 1835-1836, al manifestar la intención de limitar bajo el manto del federalismo al poder central, así como otorgar a los hacendados unas mayores prerrogativas tanto políticas como económicas. En este sentido, la aprobación de la Ley de Libertad de Contratos del 10 de abril de 1834 significó por lo menos parcialmente cierto entendimiento de los sectores en disputa, debido a cierto grado de bonanza económica, sobretodo en las zonas de producción agrícola de los valles centrales. Paralelamente, en los llanos se vivía una situación distinta, ya que los hacendados se enfrentaban al incremento del abigeato y del bandolerismo, como manifestaciones de una profunda inconformidad social.
Con la crisis económica que se experimenta a partir de 1842 en Venezuela, comienzan a evidenciarse las graves tensiones sociales latentes. La pauperización creciente de pequeños y medianos propietarios, desposeídos de su tierra por los efectos del encarecimiento del crédito y de las ejecuciones hipotecas y la marginalización de pequeños comerciantes, vinculados esencialmente a los circuitos de distribución interna de los productos agropecuarios, son las principales causas de los levantamientos de los años 1846 y 1847, cuya expresión política se refleja en la creciente radicalización de los planteamientos del Partido Liberal y de su vocero, el periódico El Venezolano. No obstante, los planteamientos del sector liberal no estaban orientados a modificar de manera profunda la estructura de la sociedad, ya que se enmarcaban dentro de los intereses de una clase propietaria: los hacendados. En tal sentido, durante la década de la consolidación en el poder de la «autocracia liberal» (1848-1858), después de los acontecimientos del 24 de enero y la derrota de José Antonio Páez (agosto 1849), se experimentan ciertas medidas favorables a la clase terrateniente: abolición de la esclavitud y otorgamientos de indemnizaciones a los antiguos propietarios de esclavos; modificación de la Ley de 1834 y de su suplantación por la Ley de Espera y Quita de 1841. Finalmente, ante el acaparamiento de tierras por parte de la dinastía monaguista, una fracción del Partido Liberal logra un entendimiento con un grupo de los conservadores bajo la consigna de «Unión de los venezolanos y olvido de lo pasado» que deriva en el derrocamiento de José Tadeo Monagas en marzo de 1858.
Los comienzos de la Guerra
Con la Revolución de Marzo de 1858 en contra del gobierno de José Tadeo Monagas, se iniciaron la cadena de acontecimientos que derivarían en la Guerra Federal. Bajo la dirección de Julián Castro, el movimiento insurreccional prometía liberar a todos los trabajadores, sirvientes y campesinos de las deudas contraídas con sus patronos. Pero, una vez consolidado el nuevo gobierno, el predominio de elementos conservadores en su seno junto con ciertas medidas represivas, reavivaron la lucha. El 7 de junio de 1858, un decreto del presidente Castro ordena la expulsión de Venezuela de Juan Crisóstomo Falcón, Ezequiel Zamora, Wenceslao Casado, Antonio Leocadio Guzmán, José Gabriel Ochoa, Fabricio Conde y otros futuros jefes de la contienda armada, mientras en los valles de Aragua, en la sierra de Carabobo y en los llanos de Portuguesa se levantaban en armas, bandas de campesinos armados. Al tiempo que la insurrección se extendía, el gobierno daba muestras de incapacidad para suprimir tales estallidos, que cada vez eran más intensos. Muestra del grado de conflictividad social que se experimentaba la podemos apreciar en un las siguientes consignas: «¡ Mueran los blancos!» y «Hagamos una nación para los indios». Como una manera de atenuar la difícil situación, los congresistas que asistieron a la Convención Constitucional de Valencia aprobaron la Constitución de 1858 (31.12.1858), la cual aparte de significar la conciliación entre conservadores y liberales, otorgaba ciertas concesiones políticas a los estratos más bajos de la sociedad (sufragio universal de varones, abolición de la esclavitud). No obstante, la Carta Magna se encontraba desfasada con relación al desarrollo de los acontecimientos en el país. Finalmente, en agosto de 1858, un intento de los liberales para derrocar a Julián Castro, conocido como La Galipanada, es debelado y fracasa; pero el domingo 20 de febrero de 1859, el comandante Tirso Salaverría, seguido de 40 hombres, asalta con éxito el cuartel de Coro, se apodera de 900 fusiles y lanza el «Grito de la Federación», cuya fecha pasará luego a formar parte del escudo nacional, al lado de la fecha del 19 de abril de 1810. La guerra había comenzado.
Consideraciones Generales
En términos generales, la Guerra Federal ha generado un suerte de mitología que no ha permitido evaluar de manera seria el impacto de dicha contienda en la sociedad venezolana de mediados del siglo XIX. En tal sentido, es necesario precisar algunos puntos claves para una mejor comprensión de un fenómeno de tal magnitud. En primer lugar, la Guerra Federal no involucró a todo el territorio venezolano. Los combates más importantes se desarrollaron en la zona de los llanos altos y bajos (el territorio de los actuales estados Barinas, Portuguesa, Cojedes, Apure y Guárico); aunque varios brotes se registraron en la zona central (estados Falcón, Lara, Yaracuy, Carabobo y Aragua), así como en el oriente (principalmente en el territorio de los estados Anzoátegui y Sucre), se trataba en estos casos de actividades de guerrilla que sólo lograron cobrar importancia en los últimos meses de la contienda. Regiones enteras del país, como los Andes, Guayana y el Zulia se mantuvieron prácticamente al margen de la lucha. En segundo lugar, los efectos de la guerra sobre la economía fueron diversos. Si bien es cierto que la ganadería quedó disminuida (resultado lógico de la concentración de los combates en las zonas de tradición pecuaria), hubo otros rubros de la producción que no se vieron afectados. El café, cultivado en los Andes, y el inicio del «boom algodonero» en Guayana, provocado por las incidencias de la Guerra de Secesión de Estados Unidos (1860-1865), son claros ejemplos de esta circunstancia.
Además de los aspectos señalados anteriormente, conviene analizar la Guerra Federal desde los puntos de vistas político, social y militar, para una mejor comprensión de tal fenómeno. Desde la perspectiva política, conviene señalar que durante el tiempo que duró la contienda armada, el debate político estuvo centrado en Caracas, en torno a la oposición entre los sectores liberales y conservadores. Roto el consenso inicial de la Revolución de Marzo de 1858, Julián Castro buscó la alianza de uno u otro bando con el fin de lograr su permanencia en el poder. Sin embargo, estas maniobras sólo lograron acelerar su caída (1.8.1859); el establecimiento de un efímero gobierno provisional federalista que duró menos de 24 horas y que, después del episodio de La Sampablera (2.8.1859), es reemplazado por un nuevo Gobierno de tendencia conservadora. No obstante, en el propio seno del Partido Conservador se enfrentan dos tendencias: las de los «civilistas» o «legalistas», que apoyan a Manuel Felipe Tovar y Pedro Gual; y la de los «dictatoriales», quienes promueven la figura de José Antonio Páez como única salida para reestablecer la paz. Esta pugna se decantará finalmente con el segundo regreso de Páez en marzo de 1861, el derrocamiento del presidente Pedro Gual (29.8.1861) y la proclamación de una dictadura encabezada por Páez pero dirigida, en realidad, por Pedro José Rojas. Asimismo, una vez en el poder los conservadores llevaron adelante conversaciones con los federalistas en la sabana de Carabobo (diciembre de 1861), que no lograron un resultado favorable, prolongándose la lucha hasta las negociaciones del Tratado de Coche, en abril de 1863.
En el plano militar, la Guerra Federal fue esencialmente una guerra de guerrillas. Por otra parte, fue por lo menos en sus inicios, la primera contienda armada venezolana que utilizó la recién instalada red del telégrafo eléctrico como medio de información; aunque al poco tiempo, la destrucción de los cables y de las estaciones telegráficas paralizaría este servicio. En cuanto a la dirección de la contienda, sólo durante el primer (febrero 1859-febrero 1860), se puede hablar de una unidad de mando en el seno del Ejército federalista, destacando en este período y hasta la fecha de su muerte en San Carlos (10.1.1860), la figura de Ezequiel Zamora. Tres grandes batallas constituyen hitos de excepción en el desarrollo de los combates: la de Santa Inés (10.12.1859) en el que Zamora al mando de 3.400 hombres, derrotó a las fuerzas del gobierno que consistían de 2.300 hombres, con un saldo de 1.200 bajas entre ambos bandos aproximadamente; la de Coplé (17.2.1860) en que las fuerzas gubernamentales del general León Febres Cordero derrotan al Ejército federalista de 4.500 hombres, bajo el mando de Falcón, y la batalla de Buchivacoa (26-27.12.1862), en la que los generales federalistas Manuel Ezequiel Bruzual y José González, al mando de unos 3.000 hombres, derrotaron a los 2.500 soldados del general Facundo Camero. De estas tres batallas, fue en realidad la de Coplé la que decidió el curso general de la guerra, ya que a partir de la misma Falcón decidió disolver su ejército.
Quizás el componente social de la Guerra Federal sea el más complejo de analizar, debido a que pese a que con el «Grito de la Federación» se produjo la irrupción violenta en el escenario venezolano de las huestes llaneras; la dirección política de la insurrección, especialmente después de la muerte de Ezequiel Zamora, la desempeñaron los terratenientes, capas sociales de la burguesía urbana y caudillos militares ideológicamente aburguesados. En este sentido, el propio programa de Zamora era de naturaleza esencialmente intelectual, primordialmente político y más bien moderado que radical: exigía la abolición de la pena de muerte, la prohibición perpetua de la esclavitud y el sufragio universal combinado con el principio alternativo de gobierno. Es por esto motivo, que algunos historiadores señalan que más que una «insurrección campesina», en el sentido europeo de la palabra, la Guerra Federal significó un renovado intento de fusión entre 2 realidades sociales y raciales, blancos contra razas mezcladas, de la Venezuela Agraria.
En cuanto a sus consecuencias, se puede afirmar que la Guerra Federal no modificó las estructuras de una sociedad agraria tradicional. La solución conciliatoria adoptada con la firma del Tratado de Coche, en abril de 1863 consagró el triunfó nominal de la Federación, aunque en la práctica este principio político nunca pasó de ser una ficción. Una vez en el poder, Falcón distribuyó liberalmente los frutos de la victoria entre él mismo y sus compañeros más allegados. Se le atribuye en este sentido al general federalista José Loreto Arismendi la cínica o desencantada declaración «… luchamos cinco años para sustituir ladrones por ladrones, Tiranos por Tiranos…». En síntesis, a pesar de los calificativos tales como «Crisol de la igualdad social», «insurrección campesina» «guerra revolucionaria»o «guerra social» que se han utilizado para resaltar su carácter igualitario de la Guerra de los Cinco Años, en términos generales, al final de ésta, el fundamento material de la sociedad oligárquica seguía intacto. Es debido a esta circunstancia, que muchos autores señalen que en el fondo la Guerra Federal, nunca pasó de ser un intercambio ideológico entre las élites políticas del país.