Las propinas son un acto de cortesía y no de obligación, como agradecimiento por la óptima atención que nos han dado. Es decir, “si usted tiene la cortesía de tratarme muy bien, yo tendré la cortesía de premiar su trato”. Los restaurantes deberían tenerlo claro, para comprender que deben exigir a su equipo de camareros un magnífico servicio si desean ganársela. Jamás debemos considerarla como un acto de paternalismo que implique cierta humillación para la persona que la recibe.
Se considera un acto discrecional, con el que se premia la calidad del servicio recibido, por tanto, no debe ser algo automático, ya que perdería su sentido de premio. Es molesto ir a un restaurante, recibir un pésimo servicio y que, encima de todo, la cuenta traiga incorporado el valor de la propina, como si se tratara de una obligación.
Su cuantía debería ser el valor apropiado, según los usos del lugar. En Guatemala se acostumbra un 10% – 15% sobre el valor del importe, sin embargo hay otras ciudades que manejan el 20%.
No debe ser tan reducida que moleste a quien la recibe, ni tan elevada que salga todo el personal del restaurante a rendirnos pleitesía, preguntándose quién será el dadivoso que dio tan buen billete.
Evite usarla como la ocasión de deshacerse todo el sencillo o menudo (moneda suelta). Hay que tratar de darla en la moneda más cómoda para el que la recibe. Sea agradecido. Generalmente las personas que reciben propina ganan salarios muy bajos y por ello se esfuerzan en dar un buen servicio, a fin de ganarse la propina que les permita equilibrar sus finanzas.