¿Cuándo no se ha escuchado aquello de «se llevan como perros y gatos»?
Lo ideal es que vivan desde cachorros juntos, pero cuando se tiene uno en casa y llega el otro, todo depende del carácter del animal y del modo en que se haga la introducción del nuevo miembro de la familia.
En la medida de lo posible, es fundamental hacer patente al animal que ya vive en casa, que el recién llegado es un nuevo compañero de juegos y que no se le va a querer menos porque haya un nuevo animal en casa. Así mismo hay que plantear la situación como un acontecimiento positivo. Esto es importante para minimizar, lo máximo posible, el problema de la territorialidad, que puede causar peleas y rechazos, algo que no siempre tiene por qué ocurrir. Si el animal es sociable, juguetón y cariñoso, es muy probable que no haya rivalidades.
Los celos pueden suponer un obstáculo importante para lograr una convivencia satisfactoria, por lo que hay que evitarlos. Para ello, es recomendable prestar atención para que las dosis de cariño sean las justas para los dos animales, con el fin de evitar que uno piense que el otro le come el terreno. La relación entre perro y gato no tiene que ser un fracaso de antemano. Todo es cuestión de paciencia y saber hacer.