Llegó a Barcelona como muchas otras muchachas pobres de su tiempo, como tantas trabajó como sirvienta, hasta que se dií cienta que de esa forma jamás dejaría atrás su pasado lleno de privaciones.
Carmen es una mujer verdaderamente bella, poseedora de un cuerpo atractivo y sensual, contando con apenas 30 años.
Se dedicó entonces a la prostitución, con elementos importantes y destacados de la vida pública de la ciudad, frecuentando algunos salones y bailes donde entró en contacto con personajes que le ayudaron a montar sus pisos, tenía uno en la Avenida del Padre Claret, número 16, junto al Paseo de San Juan, y al otro lado de dicho paseo se encontraba el bar «Alaska», donde parece ser que Carmen Broto conoció al que sería, algún tiempo después, el causante de su muerte.
Con su rubia melena y sus impresionantes piernas, fascinó a todos los que peregrinaban al bar Alaska para rendirle pleitesía.
La joven en poco tiempo se convirtió en la reina de la Barcelona canalla y en la mantenida de varios señores de la ciudad.
Los nombres de algunos de estos señores se han perdido bajo una espesa capa de silencios forzados; los de otros, en cambio, son secretos a voces.
¿Fue por culpa de sus influyentes contactos que Carmen Broto murió?
Se comentó mucho entonces que alguien muy influyente de la vida social barcelonesa, que se sentía muy comprometido, pagó a Jesús Navarro Manau o a su padre, un hábil ratero y «espadista», conocido de la Policía Barcelonesa, para que hiciera desaparecer a la prostituta del cabello rubio platino.
¿Qué hubo de verdad en aquel siniestro suceso que conmovió a España entera y de cuya restitución literaria ni nosotros ni nadie puede haber quedado satisfecho? ¿No parece todo demasiado rebuscado, rocambolesco, torpe y estúpido?
La noche del crimen, Carmen Brotó tuvo una cita con un empresario de Tívoli.
Cenaron y fueron al cine, pero después la mujer le pidió a su amante que la dejara pronto en casa.
Tenía otra cita. Y es aquí donde entran en escena los tres cerrajeros asesinos con su inefable plan.
En poder de Jesús Navarro Manau se encontraron joyas, todas propiedad de Carmen Broto, por un importe de más de 150.000 pesetas. había acululado una pequeña fortuna.
El detenido, además, confesó su participación en los hechos y dijo que su padre era el instigador. (Precisamente, poco antes, el inspector jefe Tomás Gil Llamas, había recibido un informe del Instituto Anatómico Forense, en el que se le decía que las causas de la muerte de Jesús Navarro Gurrea había sido una fuerte dosis de cianuro potásico, por lo que se dedujo que se trataba de un suicidio.)
Jesús Navarro Manau, hundido y desmoralizado, explicó todos los pormenores del crimen, desde el momento en que se gestó la idea hasta que él y Jaime Viñas Plá la llevaron a cabo. Preguntó si su padre y Jaime Viñas ya habían sido detenidos y fue entonces cuando supo que su padre acababa de morir.
A partir de aquel momento la actitud del joven cambió radicalmente, encerrándose en un impenetrable mutismo y ya no fue posible seguir interrogándole.
Trasladado a la Cárcel Modelo de Barcelona, Jesús Navarro Manau permaneció allí hasta que se celebró el juicio donde el fiscal le pidió pena de muerte.
Debido a peticiones de súplica que instaron importantes personalidades, se le conmutó la pena y la condena de Jesús Navarro Manau quedó reducida a la de treinta años.
Y antes de concluir se nos ocurren algunas preguntas. ¿Fue todo aquello verdad, tal y como lo contaron los periódicos?
¿Es cierto que alguien muy influyente, a quien la Carmen Broto hacía chantaje por obrar en su poder documentos y fotos comprometedores, buscaron a los Navarro, padre e hijo, para que hicieran desaparecer tales pruebas y ellos, además de las pruebas del chantaje se llevaron las joyas y, no contentos con esto, la mataron?
¿O fueron otros los asesinos y los Navarro y Viñas pagaron los platos rotos?
¿Por encargo de quién?
¿De los anarquistas con los que se relacionaba Navarro padre y que podrían estar enfadados con Carmen por delatora?
¿Por encargo de personajes que habían sido fotografiados con menores y habían recibido chantajes de la muerta?
¿Por «celos homosexuales»? ¿Por algún ajuste de cuentas por tráfico de drogas?
«Entre todos la mataron y ella sola se murió», dijo alguien. Y es que sobre este asunto, como dicen Manuel Trallero y Josep Guixà en su libro La invención de Carmen Broto, todos mienten.
Sin embargo, hasta donde llegan los datos comprobados, a Carmen la asesinaron para robarle. Su cuerpo apareció despojado de cuanto llevaba de valor.
Y pudo comprobarse que, mientras se divertía con sus asesinos, alguien entró en su casa para robar, probablemente, el padre de Navarro, que había recibido de su hijo una copia en masilla de la llave.
La versión oficial del crimen no satisfizo a muchos…
Sexo, poder y dinero mezclados en la misteriosa existencia de Carmen y sus asesinos, lo que dio pie a sospechar que aquélla fue eliminada porque molestaba a alguien muy poderoso, inmerso en peligrosos negocios ilegales.
Se dijo que había tratado de chantajear a uno de sus clientes más poderosos con fotografías tomadas mientras mantenía relaciones sexuales con menores de edad, que era la querida de importantes personajes y varias cosas más.
El crimen de Carmen Broto fue objeto de múltiples reportajes, novelas y películas. Por ejemplo, el director y productor Pedro Costa le dedicó un capítulo de la prestigiosa serie televisiva La huella del crimen, protagonizado por Silvia Tortosa y Sergi Mateu.
El hecho también fue novelado por Alberto Speratti en su obra El crimen de la calle Legalidad (Barcelona, Martínez Roca, 1983).
Juan Marsé se inspiró en parte en este crimen para su novela Si te dicen que caí.
El realizador cinematográfico y periodista Pedro Costa dirigió El caso de Carmen Broto.
Una vida corta pero intensa, en la que arrebató corazones y puso en peligro a gente notable. Se llevó a la tumba sórdidas confidencias y secretos de alcoba.
Uno de los crímenes más resonantes en una época de penurias y represión. Todo ello ha convertido este crimen en un mito de la crónica negra.