En Incesto Anaïs Nin continúa el relato iniciado en Henry y June
(1986). Abarca el agitado periodo de su vida entre octubre de 1932 y
noviembre de 1934 y completa el primer volumen (1966) de El Diario de
Anaïs Nin, del cual, por razones legales y personales, la autora excluyó
buena parte de su vida amorosa. Ahora que prácticamente todas las
personas aludidas en Incesto han muerto, no hay razones que impidan
la publicación del diario de forma íntegra, tal como ella deseaba. El
material se ha ordenado para que de él resulte un libro de extensión
legible, sin que se haya omitido nada relacionado con la peripecia emocional
de Anaïs.
Para Anaïs Nin, el diario fue su confidente último y lo escribió
ininterrumpidamente entre 1914 y 1977. Hasta 1931 no aparecen en
él profundas emociones amorosas. Luego, en 1932, conoce en París al
escritor-amante que había buscado durante largo tiempo: Henry Miller.
Este amor, cuyas fases iniciales describe en Henry y June, fue causa
de un doble despertar, como mujer y como escritora, y se refleja con
frecuencia de modo desordenado en el diario íntegro, con una prosa
que algunos lectores, sin duda, encontrarán sorprendentemente distinta
a la prosa poética y pulida del diario expurgado. Pero conviene
tener en cuenta que Anaïs escribió su diario al calor del momento,
inmediatamente después de los acontecimientos que describe.
La aventura amorosa con Henry Miller continúa en Incesto, pero
nunca con la misma intensidad. Anaïs ha llorado la dolorosa experiencia
de convertirse en mujer y, ahora, «sus ojos se han abierto a la
realidad, al egoísmo de Henry».
La relación fundamental que se examina en este volumen es entre
Anaïs y su padre, famoso pianista y donjuán, divorciado de la madre
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de Anaïs y casado con una rica heredera cuando Anaïs era todavía una
niña. De hecho, Anaïs empezó a escribir su diario en forma de cartas
dirigidas al padre, suplicándole que volviera a la familia. A diferencia
de su madre y hermanos, Anaïs se negó a juzgar a su padre, a verlo
solamente en blanco y negro, sino que resuelve «desvelar su juego». La
relación es de algún modo tragicómica: el padre cree que culmina su
carrera de donjuán intentando seducir a su hija, pero Anaïs sabe que
ella actúa por consejo de su psiquiatra (y amante), el doctor Otto Rank,
para seducir a su padre y luego rechazarlo como castigo por haberla
abandonado siendo niña.
Al igual que el primer volumen de los diarios íntegros, este acaba
con la ya famosa historia del nacimiento de Anaïs. Pero aquí aparece en
un nuevo contexto y a una nueva luz que nos permiten ver con entera
claridad la relación con Henry Miller y con el padre.
Cuando la serie del «Diario amoroso» de Anaïs Nin esté acabada en
su versión íntegra, dispondremos del extraordinario relato del desarrollo
emocional de la vida de una artista creativa, una escritora dotada de
la técnica necesaria para describir sus emociones más profundas y del
coraje para exponerlas a la luz pública.
Rupert Pole
Albacea, Legado de Anaïs Nin
Los Ángeles, febrero de 1992