El pintor italiano Roberto Ferri (Tarento, 1978) tiene 35 años, pero su pincel no es de este siglo. Sus obras, herederas de las pulcras y magistrales técnicas del claroscuro barroco, parecen haber nacido en aquella Roma de finales del Renacimiento, pero irrumpen en pleno siglo XXI con un poder que inquieta, aturde y seduce.
Estamos ante un nuevo clásico que hoy causa furor en Europa y está por descubrirse en Estados Unidos y América Latina.
El viernes 28 inaugura en Florencia la exposición Roberto Ferri y la eternidad de la pintura, esperada por el público y los coleccionistas con expectación, y con la cual se recupera la gran tradición del arte figurativo en la ciudad, afirma la curadora Francesca Sacchi Tommasi de la galería Etra Events, sede de la muestra.
Se presentarán unas 15 pinturas sobre lienzo (el número exacto se conocerá el día de la apertura), todas de manufactura reciente; entre ellas, un bellísimo retrato de la estrella del burlesque italiano Giuditta Sin, que el pintor tituló Chloris (en la mitología griega, es el nombre de la diosa de las flores).
Transgresión y pesadillas
La obra que verá el público de Florencia en los próximos días es la representación anatómica perfecta de cuerpos y lo sagrado, en poses y expresiones que recuperan y actualizan los modelos clásicos, el elemento central del estilo del artista, añade Saachi.
Son imágenes de carne y deleite, transgresión y pesadillas, las cuales se difunden en varias páginas de Internet (además del sitio web personal del artista) luego del éxito que logró su reciente exposición Noli foras ire (frase en latín que en español sería algo así como No quieras derramarte fuera), la cual se presentó en mayo y junio del año pasado en uno de los recintos más importantes de la capital italiana, el Palazzo delle Esposizioni.
Ahí, el público se rindió ante Ferri y sus paraísos perdidos, luciferes, ángeles caídos, sirenas malignas y otras concupiscentes bestias. Ya en 2011 su nombre había causado polémica en el mundo del arte, cuando presentó Vía Crucis, obras comisionadas por la catedral siciliana de Noto, cuyo protagonista es un atlético y sensual Jesucristo. Las 14 estaciones de la Cruz fueron expuestas en el Palazzo Grimani en Venecia durante la Bienal Internacional de Arte.
A propósito de esta serie, el historiador de arte Maurizio Calvesi escribió: “Ahora el ‘anacronismo’ en la pintura de Roberto Ferri emerge en toda su literalidad de recuperación de la pintura después de Miguel Ángel, concediendo sólo a un instrumento de la modernidad: el surrealismo, el cual envuelve con sus formas abstractas de intranquilidad visceral, con innegable sabiduría, pasión y empatía, las paredes de los museos, entre la gracia y la morbosidad sadomasoquista. Aquí es un surrealismo que tiene la capacidad metamórfica de un Dalí, excepto que en Dalí es viscosa, en cambio, en Ferri es carnal”.
Búsqueda de secretos
Mientras trabaja en una importante comisión que mantiene en reserva y se prepara para exhibir por primera vez en Nueva York, en una muestra individual, Roberto Ferri ofrece, vía correo electrónico, una entrevista a La Jornada:
– ¿Cómo se apoderaron el claroscuro y las técnicas clásicas de su obra?
–Descubrí a Caravaggio y al barroco desde pequeño, mirando un libro de mi abuelo. Desde entonces quedé fascinado con el tenebroso mundo de la sombra y la luz radiante, fue así que quise hacer mía esa técnica, para narrar mi mundo.
Ferri explica que nació a orillas del mar Mediterráneo, en la sureña ciudad de Tarento en 1978. Desde adolescente se empeñó en estudiar todo lo relacionado con la teoría y la práctica de la pintura. En particular, sus investigaciones se enfocaron en el quehacer artístico del siglo XV hasta finales del XVIII, enamorado de los maestros del claroscuro y el simbolismo, y sobre todo de los grandes del academicismo y el dibujo como Jean-Auguste-Dominique Ingres, Anne-Louis Girodet, Théodore Géricault, Charles Gleyre, Frederic Leighton y William-Adolphe Bouguereau, entre otros, quienes lo sorprendieron e incitaron a desarrollar lo que llama mi propia poesía.
Nueva fuerza en la pintura
En 2006, Roberto Ferri se graduó con honores en la Academia de Bellas Artes de Roma, en la especialidad de escenografía, pero desde siempre su principal labor la ha desempeñado frente al lienzo, convencido de que la pintura tiene una nueva fuerza en diversas partes del mundo, lo estoy descubriendo porque muchas personas me dicen que quieren aprender a pintar.
También comenta que lo sorprende la reacción que su obra causa en el público. A diario recibe infinidad de felicitaciones a través de Internet. En particular, las personas se admiran de que siendo tan joven esté pintando ya con esa maestría. Ferri admite que ha sacrificado muchas cosas por pasar no sólo noches enteras dibujando y pintando, sino horas y horas en los museos, mirando la obra de los grandes autores, buscando esos secretos que no se puede aprender en ninguna escuela.
El reconocido crítico de arte italiano Vittorio Sgarbi define a Roberto Ferri como un fenómeno, admirable, es un pintor antiguo. Pero aquí estamos, ante pinturas académicas sorprendentemente modernas y transgresoras, que tienen un efecto borgesiano: piden y obtienen sorpresa, delante de ellas no sabemos decir en qué época estamos.
Respecto del arte contemporáneo y conceptual, Ferri se desmarca y no se anda con medias tintas. Señala que el británico Damien Hirst (Bristol, Reino Unido, 1965), el artista vivo con la obra mejor pagada, es “un excelente hombre de negocios, pero para mí el arte es otra cosa. Precisamente esta energía renovada que tiene en la actualidad la pintura, según yo, viene del hecho de que todos estamos cansados del ‘arte malo’ y sin calidad”.
Lo sagrado y lo profano
En 2002, Ferri participó en su primera muestra colectiva titulada Los animales y los dioses en la galería El Laberinto, en Roma. Al año siguiente, también en esa capital, fue invitado a presentar su primera exposición individual en el Centro de Arte Contemporáneo Luigi Montanarini.
De ahí en adelante los coleccionistas se arrebatan sus obras, varias de las cuales pertenecen a acervos privados de su país como de Londres, Dublín, París, Madrid, Barcelona, Nueva York, Miami, San Antonio, Boston y Qatar.
Su muestra el año pasado en el Palazzo delle Esposizioni fue calificada de única e impresionó a la crítica por la estremecedora manera en la que un joven artista “convive con lo sagrado y lo profano, así como su deseo de combinar el bien y el mal, como en el óleo Lucifer, donde el ángel caído del cielo, representado mientras imprime su sello en una piedra y en la tierra que gobernará, expresa su belleza al máximo”.
Además de la armonía en las formas y la composición, caracterizadas por un sentido de onirismo y por numerosas referencias a la antigüedad, cuyo propósito es generar asombro y maravilla en el espectador, los críticos alaban la férrea disciplina del pintor, quien señala a este diario: Dedico mucho tiempo a cada cuadro, porque cada obra exige amor y aquello que me hace sentir es indescriptible, trato de plasmarlo, de narrarlo de la mejor manera posible. ¡Es bellísimo!
– ¿Qué hay dentro de un artista tan joven que estalla con la intensidad de tantos siglos en cada cuadro?
–Mi mundo interior está hecho de placer y dolor, Eros y Tánatos, sueños y pesadillas, son las imágenes que llevo dentro, entonces, mis cuadros son como ventanas abiertas a todo ello que es la parte más íntima, más escondida, más hermética, pero también la más sensible.
El maestro Roberto Ferri presentará en una magna exposición que se realizará durante el segundo semestre del año, en el museo Bilotti, de Villa Borghese, en Roma, su magistral manera de plasmar las metamorfosis del cuerpo y del alma, una amplia colección de obras recientes de la cual, la muestra Roberto Ferri y la eternidad de la pintura, que permanecerá en Florencia durante un mes, es sólo un primer bocado.
Fuente: jornada.unam.mx