Desde tiempos antiguos se ha utilizado la miel como un alimento y como un elemento tanto nutritivo como sanador. Los numerosos nutrientes de la miel ayudan a balancear el organismo y actúan en beneficio de la digestión. Asimismo, sus valiosas propiedades también pueden ser utilizadas para el cuidado de quemaduras, heridas y en la limpieza de la piel.
Cuando aplicas la miel sobre tu piel, está limpia tus poros, y su consistencia cerosa remueve la suciedad y la capas de piel muerta. De esta manera, se combate el ambiente en el que crecen mucho de los microorganismos que causan el acné, los barros y las impurezas.
La manera de preparar una mascarilla de miel es muy sencilla. De lo único que tienes que asegurarte es que no eres alérgico a la miel. Simplemente toma varias cucharadas de miel y deposítalas en un plato. De allí, puedes tomarla con tus dedos y aplicar una capa de miel en tu rostro. Deja que la miel se adhiera a tu cara por unos 10 o 20 minutos. Posteriormente, enjuágala con agua hasta retirarla completamente. Al terminar tu mascarilla, notarás como tu piel luce más radiante y fresca, y estará más preparada para combatir la aparición de esas pequeñas infecciones que causan el aspecto enrojecido y de puntos blancos tan molesto.