Síntomas
Por regla general los linfomas, se presentan como ganglios linfáticos aumentados de tamaño que, cuando aparecen en zonas accesibles como el cuello, las axilas o la ingle se pueden palpar evidenciando su tamaño aumentado. Estos bultos (adenopatías) no suelen son dolorosos. Cuando aparecen en zonas menos accesibles (abdomen, mediastino, etcétera) pueden pasar desapercibidos, por lo que el diagnóstico es más difícil y sólo se consigue cuando aparecen otros síntomas que obligan a realizar estudios más exhaustivos. Estos síntomas pueden ser fiebre superior a los 38 grados, sudoración nocturna profusa hasta llegar a empapar la ropa y pérdida inexplicable de peso (superior al 10 por ciento en seis meses). Asimismo, los pacientes pueden experimentar otras manifestaciones locales como adenopatías periféricas o agrandamiento del bazo, lo que se conoce como esplenomegalia.
Prevención
No existe ningún modo de prevenir el desarrollo de un linfoma. Los expertos coinciden en destacar en que llevar un estilo de vida saludable podría reducir el riesgo de presentar este tipo de cáncer, aunque no se ha podido establecer una relación directa. En general, los especialistas recomiendan evitar la obesidad, el tabaquismo y los factores de riesgo cardiovascular, si bien no tanto porque estos factores puedan prevenir la aparición de un linfoma, sino porque, en caso de desarrollarlo, un paciente sin coormobilidades tiene más posibilidad de éxito de superar un tratamiento tan agresivo como la quimioterapia.
Diagnóstico
Para diagnosticar un linfoma se procede a la exploración de las adenopatías y a la realización de una biopsia ganglionar. Esta prueba se efectúa por medio de la punción del ganglio aparentemente afectado para extraer y analizar una muestra de tejido.
En función de los resultados de la biopsia y de la historia clínica del paciente, el especialista podría indicar también otras pruebas diagnósticas como un análisis de sangre que incluya hemograma y perfil bioquímico, serologías (hepatitis y sida), radiografía de tórax y/o TAC de cuello, tórax, abdomen y pelvis. Además, es posible que también se recomiende una tomografía por emisión de positrones (PET) o una biopsia de médula ósea.
Los resultados obtenidos de estas pruebas permitirán al hematólogo determinar qué tipo de linfoma presenta el paciente y cuál es el tratamiento más indicado en cada caso. Determinar la etapa en la que se encuentra la enfermedad es clave para ello. El sistema Ann-Arbor diferencia cuatro estadios diferentes de la enfermedad:
Estadio I: El linfoma afecta a un único territorio ganglionar o a una sola localización extralinfoide.
Estadio II: Se encuentran afectadas dos o más territorios ganglionares o estructuras linfoides en el mismo lado del diafragma.
Estadio III: El paciente presenta afección de territorios ganglionares o estructuras linfoides a ambos lados del diafragma.
Estadio IV: Es el más grave. El paciente muestra una afección diseminada de una o más localizaciones extralinfáticas (hígado, piel, médula ósea, etcétera), con o sin afección ganglionar.
Con información de cuidateplus.com
*Recuerda ue ante cuanquier síntoma es importante acudir al médico, el como especialistate sabrá tratar.